Aprovechando que la carga de trabajo parece hoy extrañamente suavizada, me gustaría hacer una serie de reflexiones sobre mi experiencia, desde el punto de vista de un economista, en esto de la contratación pública. La idea es hacer un decálogo (pero seguramente de menos de 10 puntos para no dar la turra demasiado).

1. La contratación pública (se dice, se comenta) que debe ser estratégica, pero la principal estrategia que me he encontrado es: «ir escapando». Me sorprende, cuando me piden ayuda para algunos pliegos, que no haya objetivos claros. Y aquí entra en juego la existencia de otras estrategias a las que la contratación pública suele ser ajena. Por ejemplo, tenemos una estrategia para promover la sostenibilidad en el ayuntamiento, pero para la jardinería no consideramos que podemos valorar/obligar a usar productos ecológicos.

2. Hay una cierta (por ser generoso) desconexión entre los que las AAPP quieren gastar y lo que cuestan las cosas. Cada vez me convenzo más de que muchos de los problemas en la gestión pública en España no vienen de la falta de dinero, sino de la mala gestión del mismo. Los últimos días de diciembre suelen ser movidos porque hay que «gastar el presupuesto», que creo que es una de las frases que más daño ha hecho a la administración pública, ya que concibe la eficiencia desde el cumplimiento de indicadores que no miden cómo se ha gastado sino cuanto.

3. Ligado con lo anterior, al asesorar con los pliegos suelo hacer la pregunta a las AAPP, ¿ustedes lo harían por este dinero?. No se trata de que las empresas se enriquezcan más allá de lo razonable, pero sí de que al menos cubran costes. Pretender que hagan un trabajo creando trabajadores pobres (como los célebres contratos con Seguridad Integral Canaria) es, cuanto menos, discutible.

4. La nueva LCSP creo que ha pretendido que corramos antes de gatear, lo que ha provocado que los pliegos se conviertan en un vademecum jurídico donde se está más atento a qué no falte nada de las 20.000 cosas que se tienen que poner (sobre todo después de la entrada en vigor del R. de Protección de Datos), que de las cosas fundamentales para un contrato (solvencia adecuada para participación de PYMES, criterios que se cumplan).

5. Todo ello ha provocado que se dé más «artillería» a las empresas para reclamar y se provoque una cierta indefensión jurídica a la AAPP, que parece que disfruta pegándose tiros en el pié.

6. No parece haber en la contratación pública una conciencia del coste administrativo que tiene hacer un contrato menor. No hay estudio (estamos en ello) hasta donde yo sepa para justificar por qué el trámite es igual para 14.900 € que para 50 € (anticipos de caja al margen).

7. ¿Cuál es el margen razonable de los costes directos y beneficio industrial – más allá de lo que dice el «adolescente» (por la edad) Reglamento de contratos?; ¿Son válidos los criterios que valoran las mejoras salariales?; ¿qué ponderación debe recomendarse para los criterios ecosociales (Jaime Pintos dixit)?; ¿qué cuestiones que generan inseguridad jurídica se deberían resolver?. Estas son las preguntas que, a mi juicio, debería intentar resolver la OIRESCON (además de cambiar de acrónimo) y que son más importantes que pedir 3 presupuestos por un contrato menor.

8. ¿Qué pasa si una administración pública no cumple con establecer el porcentaje obligatorio de contratos reservados? ¿Dónde pueden reclamar las entidades sociales su indefensión ante esté incumplimiento?.

9. ¿Por qué muchas administraciones se van al límite máximo de 1,5 veces cuándo piden la solvencia económica y técnica? ¿No va eso contra el espíritu de la Ley de promover las PYMES?

10. Y último (aunque no pensé en llegar hasta aquí) por qué las grandes empresas, que promueven la Responsabilidad Social Corporativa, las medidas sociales y ambientales, tienen preparados los recursos en cuanto la administración quiere incorporar algunos de esos aspectos de forma innovadora (al caso del interminable contrato de Jardines de Zaragoza me remito para mayor abundamiento).

En fin, perdón por la tabarra, pero son cuestiones que tenían en la cabeza. Encantado de debatirlas con quién tenga a bien.


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