Debo empezar este post con una confesión (a pesar de no estar bautizado), a veces hago cosas de economista y dejo algo de lado la contratación pública.

Traiciones bienintencionadas a un lado, uno de los proyectos que más me ilusionan precisamente ahora es el estudio del valor que tendría la implementación de una renta básica en Canarias. Ojo, me estoy refiriendo al valor y no al coste (eso va por otro lado) porque pienso que cuando se instauran políticas públicas (contratación incluida) no se tiene en cuenta cosas como los efectos emocionales, los efectos en distintos colectivos relacionados, etc.

Leo con interés, debo confesar que a veces demasiado lo que puede llegar a hacerme caer en una cierta saturación, las medidas que se proponen para salir de esta pandemia vírica, que ya veremos que consecuencias traerá pero que ha demostrado una cosa bien clara: por mucha teoría económica que exista, por muy fuertes que parezcan los cimientos de una economía, al final está compuesta de personas, y las personas no son un mero homo económicus que toma decisiones racionalmente, las personas tenemos una cosa que se llama cerebro reptiliano y que nos ha permitido sobrevivir durante varios millones de años escapando de fieras y alimañas sin pararnos a pensar demasiado sobre si esa sería la ruta que me sugeriría el Google maps.

Dejando de lado las consideraciones biológicas (me está quedando un post multidisciplinar, de esos que si fueran un artículo puntuarían cero para una plaza de universidad, ejem…), quiero centrarme en las políticas para salir de todo este embrollo. Y aquí es donde a la economía le va a tocar reinventarse, buscar y probar con nuevas soluciones alejadas del dogma tradicional que se ha comprobado ineficaz para este tipo de momentos – lo cual acreditan 10 años de aumento de las desigualdades económicas y sociales.

Dentro de esa reinvención, veo con sorpresa y estupor que se siguen manteniendo alguna de las viejas costumbres, fomentando el endeudamiento y permitiendo al sistema financiero seguir haciendo negocios y que el motor principal del rescate es otra vez permitir a los bancos, mimados hasta la saciedad en la crisis de 2008 provocada en gran parte por su mala praxis, seguir haciendo negocios en forma de créditos a las PYMES, que se verán de nuevo endeudadas, sin que se ponga ninguna obligación a los bancos de conceder efectivamente los créditos, lo cual puede llevar de nuevo al estrangulamiento financiero que tan bien conocemos.

¿Por qué no soñar?, ¿por qué no hacer las cosas de manera diferente y atajar el problema a otro nivel?. Estoy hablando de rescatar a las personas, famoso slogan de la ¿anterior? crisis económica y social. Y para ello considero que hay que ir a la base, precisamente a todas esas personas que lo están/van a pasarlo mal al tener que afrontar gastos extras sin ningún ingreso debido a los ERTES y otras regulaciones de empleo (de la falta de solidaridad y de margen económico de ciertas empresas que lo primero que recortan son empleos podría hablarse en otro extenso post).

Y para esa utopía, término acuñado por Tomás Moro hace más de 5 siglos, se necesitan decisiones valientes y audaces, no decisiones tomadas desde el conservadurismo y el miedo, tan frecuentes en estos tiempos. Y dentro de esas decisiones lo que propongo es una renta básica, un pago extraordinario de una cantidad suficiente (¿800-1000 €?) para aquellos colectivos que se ven más afectados por la crisis (autónomos, personas que se quedan en paro, etc.). Vamos a suponer que durante 2 meses damos 1000 € a cada una de esas personas, digamos 10 millones de personas (y probablemente esté exagerando bastante). El coste de todo ello serían 20.000 millones de €, menos de la mitad de lo que costó el famoso plan E – que se demostró a todas luces ineficiente – y una quinta parte de lo que ahora se plantea como plan de rescate frente al covid-19 (ya está, finalmente ha salido el nombre).

Esta propuesta no es nueva, la discusión de una renta ciudadana es casi tan vieja como la propia democracia, pero es interesante ver como incluso en el paraíso del liberalismo, Estados Unidos, empiezan a oirse voces que propugnan una salida por esta vía a la crisis del coronavirus.

¿Es un coste inasumible para el Estado?, no lo creo. Permitiría además eliminar intermediarios y sería fácil llevarlo a cabo administrativamente porque simplemente se necesitaría tener una cuenta bancaria. Digamos que sería una suerte de cuota de autónomo inversa, para la que no se necesita cada mes estar renovando la prestación, simplemente la seguridad social lo sustrae de la cuenta bancaria solicitada.

El Estado del Bienestar también es eso, no solo ayudar sino prevenir problemas futuros. De nada servirán las ayudas a las PYMES, facilitar los ERTES, etc. si las personas, que al final son el motor de la sociedad, no tienen para cubrir sus necesidades básicas. Llamo (vale es un poco pretencioso, quizás es por la cuarentena), digamos animo a las autoridades económicas a confiar en la población de la misma manera que se ha confiado para parar esta pandemia saliendo solo lo necesario.

Al final, la economía se ha demostrado que es en gran medida eso, confianza en las personas y entre las personas, en un estado de alerta como el que estamos viviendo, ver que el Estado cuida de la población y pone en sus manos recursos valiosos para que haga frente a sus necesidades es un experimento necesario para salir fortalecidos como sociedad en el futuro. Creo en la ciudadanía y creo que en nuestra fuerza como país, en que hemos aprendido de errores pasados y en que nadie nos gana a sentido del humor.

Soñemos hacia una sociedad más equitativa, que es ejemplo de generosidad y donde lo ganado se reparte en base a una justicia social y no en base a otro tipo de criterios. Es tiempo de hacer cosas distintas, de adaptarnos al temporal y, sobre todo, de probar cosas nuevas. Creo que las personas estamos preparadas, ahora falta saber si la política y la economía también lo están.


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